Creando tribu urban(it)a.

"La maternidad vivida en solitario es muy dura, compartida es preciosa"
(Santa) Montse Cob

Corría el mes de enero cuando la fierecilla cuadró agenda con el ginecólogo (o más bien al contrario porque tuve una cesaria programada) y salió a conocer mundo. Para tan especial ocasión la abuela hizo las maletas, cogió el Ave Málaga-Madrid y se dispuso a echarnos una mano (y ¡vaya mano! hacía siglos que no comía tan rico) en el primer mes de la recién estrenada familia. Sorprendentemente, la convivencia superó las expectativas; que conste que lo de la sorpresa no lo digo por el tema suegra-yerno, sino por los roces que pueden surgir por la falta de sueño que se acarrea ese primer mes de maternidad (lo de los "turnos de noche" se merece otra entrada).

Y así febrero voló y la abuela con él y la familia de tres comenzó su andadura en solitario. Y ése sí que fue ¡el momentazo! El momentazo en el que la madre de la criatura se queda sola ante el peligro mientras el "aitá" se va a currar, como todo hijo de vecino. Y te ves en pijama hasta las seis, comiendo a las cinco y perdiendo la cuenta de las horas que llevas sentada en el sofá dando teta (no sé por qué pero según escribo esto, me viene a la mente una viñeta propia de Maitena).

En fin, ante semejante panorama, no hay mejor medicina (para el ego y la inexperiencia) que encontrarte con otra/s mamá/s y ver que no sólo está/n igual que tú, sino que su/s fierecilla/s es/son incluso más fiera/s que la tuya. Y ahí es cuando caes en la cuenta de que las comparaciones no siempre son odiosas y de que, en el mundo de la maternidad, toda compañía es buena; aunque sólo sea para ir al baño tranquilamente (o lo que es lo mismo, superando los 60 seg./visita).

Desde aquí, gracias a todas las mamis que nos acompañáis en esta gran aventura y, en especial, a mi madre, Doctora Cum Laude en la materia.

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